lunes, 21 de febrero de 2011

Aceite y sal vs maría y mantequilla

Hace mucho que no escribo en mi blog, la verdad es que me he quedado sin ganas como esas fuentes que ves que hace tiempo no funcionan, como si mis pies por fin estuvieran en la tierra pero sólo eso mis pies y mi cuerpo. Mi creatividad anda en globo, paseándose por algún tejado de Londres esperando avisar algún viejo amigo, que por fin se ha animado a visitar la ciudad.

Y ese globo llega hasta el arco de triunfo donde estoy entra por la ventana del 3-1a y estalla en mil confetti de colores de ese que se comían los niños en uno de los maravillosos cuentos de Rodari, Gianni que estás en los cielos.

No dejo de ser una colometa, una paloma con un ala en cabestrillo aprendiendo a volar y desde luego a golpes de escoba no lo va a conseguir pobre colometa. 

Como esos niños que retiran las ruedecitas de atrás antes de tiempo y les dicen que todo es igual. Nada es igual, todo se tambalea del manillar a los miedos, pasando por agujeros y piedras. Nunca hay que girarse atrás, ni para coger carrerilla. ¡Pum! al suelo

Eso sí  me enamoré dos veces en mi vida -espero que no sólo y he estado a un casi tres y tres cuartos- eso lo saben de sebastopol a madagasgar, como una "baldufa" y el nombre por el que me reconocen de pequeña no admite bromas, es sagrado como las galletas maría con mantequilla -un binomio fantástico sobretodo de pequeña cuando crees que no queda nada que puedas merendar-. En cambio el aceite y el agua, son muy buenos elementos pero mal conjuntados como una infanta de españa o un caballo con unicornio llamado mi pequeño pony, que aún venden en las jugueterías.
Para acabar una recomendación a mis lectores, vivir con intensidad de todos los colores, yo nunca me he arrepentido de hacerlo y si me arrepiento de este gris marengo que me pongo cada día, ultimamente más boba y aburrida que una sopa de una sola letra: ZZZzzz. Poco Arandolaria estoy, esperemos que con la primavera vuelvan alegres los cuentos infantiles, pero no sólo.