Recuerdo la impresión que me causó desayuno con diamantes la película de Blake Edwars, fue en la 1 de TVE cómo no y después de verla me compré el libro inmediatamente. Me encantó el estilo de Truman Capote y sería, bueno es, un escritor de mi cabecera azul.
Algo tengo con esta historia, porque es un libro que muchas personas diferentes me han regalado. Esta última vez en inglés, en una edición deliciosa. Me gustaría pensar que lo hacen por que me ven vulnerable, frívola y rompedora de corazones a golpe de tocador. Pero me temo que quizás me la regalan por la provisionalidad permanente en la que vivo, aparentemente. Hasta hace poco una amiga me decía que era una flor en busca de macetero. Me encantó la imagen de mi misma buscando una casa-macetero.
Desayuno con diamantes basa su éxito en la agudeza de su sensibilidad, Lulamae que sale huyendo de su vida para inventarse otra en Nueva York que no tiene nada que ver con cuidar niños y cerdos en una granja. La novela más famosa de Capote es A sangre fría (1966), novela-reportaje, en la que reconstruye un hecho real: el asesinato, sin motivo aparente, de los cuatro miembros de una familia de Kansas, llevada también al cine en 1967 por Richard Brooks. También otro libro indispensable, aunque te tire hacia atrás el argumento no hagas caso y dale una oportunidad, otro buen libro de verano.
Desayuno con diamantes no puede empezar mejor: Siempre me he sentido atraído por los lugares en donde he vivido. Por las casas y los barrios.
Y ahí ya me tiene atrapada, porque yo soy igual de sentimental y me encanta revisitar las imágenes de las casas en las que he vivido. Incapaz de deshacerme de las fotos de rincones, de mis libros o de botes llenos de lápices, plantas que ya no están, papeles de pared lo que sea que formó parte de mi vida…y lo mismo con las calles. Si voy a Londres voy a Lewis street y me tomo un café en mi café dentro del pub un poco más allá de Camden lock, el de las escaleras de madera y si voy a Florencia a Via Faenza, viendo como han cambiado tiendas, puertas, fachadas, balcones para encontrar y reconocer todo lo que sigue igual y no ha cambiado para acabar diciéndole a otra persona: aquí vivía yo.


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