P recoge flores, y éstas le regalan una exhalación de su perfume a pesar de que ella las corta con tijeras de podar, rígidas frías de mango rojo, con pestillo y poco usadas, sin esa aparente flexibilidad que tienen las otras que convierten el arte de podar en algo más natural, impulsivo e irracional, como los amores de verano.
Las flores inundan de olor la estancia de su habitación, con las ventanas abiertas que dan paso a un teatro de fuegos artificiales de las fiestas del pueblo. La virgen del Carmen llena el cielo de anclas, faros y delfines de luces. Lo que es arriba es abajo, el mundo al revés.
Aún de día a las once de la noche, la plaza de la virgen de los pescadores empieza a llenarse de globos, de azucar rosa de ese que se pega en todas partes y de la triste cara de los que accionan los autos de choque y tiovivos a pesar de su sonrisa. Los padres llevan a los niños a caballito y no te puedes esconder de las miradas ni de la música popular.
Aún de día a las once de la noche, la plaza de la virgen de los pescadores empieza a llenarse de globos, de azucar rosa de ese que se pega en todas partes y de la triste cara de los que accionan los autos de choque y tiovivos a pesar de su sonrisa. Los padres llevan a los niños a caballito y no te puedes esconder de las miradas ni de la música popular.

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