No creo que lo divino se cierna serenamente sobre las cosas como una predestinación, tipo nube de San Zenón en la oración del huerto. Todo lo contrario, puede que sí esté en una nube, una nube torpe, lenta, ambigua, cambiante de forma. Una lata de nube. Pero al menos esa nube la he creado yo, se escribe con "V "de victoria, como actitud ante todo lo que me pase, pese a todo, contra todo y con "V" de la estación a la que por fin vuelvo, muy pronto.
Una suerte que tenga tanta suerte de sentirme responsable sí, hasta de la pesadez de los párpados pero también de la levedad de unos labios que sonríen, en un tímido gesto de buenos días.

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