jueves, 26 de mayo de 2011

La increíble historia del momo del pueblo que no lo era.

 Para Albert que me pide un cuento de un ángel, 
por qué no de una patata, de una flor, ¿de una sabata?.

Cuando éramos pequeños vivíamos entre Dos Hermanas, dos montañas muy juntas que al pasar por ellas siempre llovía por las mañanas. Era un fenómeno sin igual, no tenía explicación alguna, el chubasquero siempre iba en la mochila junto con el bocadillo, la libreta y la pluma.
El pueblecito se llamaba San Martín, cerca de un río y una cascada donde siempre íbamos a refrescarnos en verano, el agua siempre estaba helada.
Por las noches de luna llena salía siempre un cazador, los vecinos del pueblo le señalaban y decían a su paso: "es extraño que salga de madrugada. ¿Acaso no puede salir con el sol? ¿Por qué no compra en la tienda de comestibles? ¿Lo has visto alguna vez en un tractor? Nunca va al campo, de qué vivirá.  No compra semillas ni viste de lana, qué ser tan extraño, nunca habla." Por si acaso las madres escondían a los niños de aquel extraño ser. "¡El Momo! ¡el Momo!" se decían a su paso hasta que un día…
"Abuela  ¿Por qué todos los cuentos son hasta qué un día?”  “No me interrumpas Albert, escucha y cierra los ojos si no se pierde la magia del momento y luego ya no se puede recuperar igual que una receta  o dos enamorados si te pasas en la cocción se acabó lo que se daba. "“No te entiendo Abu pero no te enfades y sigue...” decía el niño mirando un móvil de estrellas, lunas y planetas en el techo junto a su cama.
Una noche de mucho calor salimos un grupo de niños a la plaza y uno de ellos propuso ir a bañarnos al río. "Hace tanto calor, ¡vamos! no pasará nada, nunca pasa nada en este pueblo." y lo hacía mucho muchísimo calor. Yo sabía que no debía ir sin avisar pero por otro lado todos mis amigos querían y yo les seguí muy asustada. Sabía que algo pasaría.
Luna llena gigante como nunca y plata, todos en el río, era muy tarde y pensaba que algún padre se daría cuenta de que nos habíamos escapado. Pero eso no era lo peor que nos podía pasar...Y de repente, "Abuela por qué todo sucede de repente" "Albert que no sigo" le increpó la abuela. " La vida es así una suma de momentos, cuando el tiempo no pasa son regulares, cuando pasan muy rápido son muy buenos, no te fíes del reloj es un mal invento observa siempre lo que duran los recuerdos."
Cinco lobos alrededor nuestro comenzaron a aullar, a esos cinco súmales diez a esos diez sumales otros tantos. Todos empezamos a chillar.
El Momo apareció sin mediar palabra con una escopeta, disparó varias veces y los auyentó. Salimos del agua a abrazarlo y él nos devolvió un abrazo inmenso con sus brazos inmensos. Nos llevó a casa cantando una extraña canción. Se despidió con un beso y una figura de madera, unos tenían un timón, otros una ovejita a mi me tocó una estrella.
Nunca más nos volvimos a escapar sabíamos que Momo nos había salvado, habíamos aprendido de su silencio, de sus figuritas de madera.  Un día del pueblo se marchó, ningún niño dejó nunca más que de Momo se hablara mal.
Y esta es la historia de Momo que se podría llamar Boo, que se podría llamar Paco, que se podría llamar Antonio, que se podría llamar…”Para abuela para..me hago una idea” Y la abuela paró, le dio un beso en la frente y añadió. "A veces los que parecen los más malos son los más buenos porque nos salvan la vida." “Qué rara es mi abuela y como la quiero” pensó el niño antes de soñar con el Momo de San Martín, los lobos, los niños, el río, la luna de plata y las dos montañas mágicas de lluvia.
A la mañana siguiente junto con su ordenador, sus bolis y bocadillo encontró en su mochila una figurita de madera tallada, fina, suave, bonita, una estrella.

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