Que no se me olvide el bateo de las hojas,
ni los dedos de lluvia jugando en el tejado.
Que no se me olvide el olor a frescura, a verdor.
Las sombras de la montaña unas a otras cosidas,
unidas por el valle tan húmedo y misterioso.
Que no se me olvide el bateo de las hojas,
ni el pequeño cementerio.
Ni mis pasos de puntas al son de los cantos rodados.
Ni los pequeños grillos que seguían mi camino.
Ni el Ding Dong del campanario.
Ni este silencio esplendoroso por un Arc de San Martí coronado.
Que no se me olvide el bateo de las hojas.

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