Para Maia y Josep, por ser pequeños y muy grandes a la vez.
Érase un país,
tan pequeño tan pequeño aunque lo busquéis ya veréis
como no lo encontráis. No salía en los libros de geografía y si me
apuráis ni siquiera en los mapamundis.
Fijaros si era pequeño, que en vez de princesas tenía guisantes.
Lo
pequeño en este país era grande y lo grande, pequeño. ¿Que qué
quiero decir? Las pequeñas cosas como tender la ropa o poner la mesa
eran muy importantes y hacer guerras o discutir de política eran
insignificantes.
Las cosas transparentes eran las más importantes: la amistad, el amor o la música.
Como
eran tan pequeños, tocaban pequeños instrumentos. Cada mes tenía una
nota y esa nota era el himno del país que cambiaban doce veces al año,
según el mes, todo el pueblo se reunía en asamblea y votaba una nota:
“¡Pero hombre ha vuelto a salir “SOL”!¡Es el tercer mes ya que el himno es un “SOL”.
“Y qué quiere son las juventudes oiga a mi déjeme tranquilo.” Decía uno de los abuelos del pueblo.
En
un guante podía vivir toda una familia. Se anunciaba en el periódico de
la siguiente manera: “Cómodo apartamento, con cinco habitaciones y
amplio comedor. Ideal familias numerosas”, la gente joven del país más
pequeño del mundo, no tenía problemas de vivienda se apañaban con un
calcetín a rombos -zurcido o sin zurcir- o un zapato que podían
compartir con otros estudiantes.
También
jugaban a fútbol con minúsculos quesos de bola, quien ganaba se los
podía podia comer después del partido. En verano jugaban con bolitas de
regaliz.
Para los habitantes del País más pequeño del mundo una paella era un
grano de arroz, que partían hasta en cuatro mitades. Y una gota de agua
les bastaba para un mes y podían bañarse tres niños y el abuelo, siempre sin despilfarrar. El País más pequeño del Mundo era muy ecológico.
La gente trabajaba todo un año para conseguir una lechuga, un melón o una nuez.
Los ancianos se quejaban: “Estas nueces ya no son tan pequeñas como las de antes..." y las campesinas sonreían y seguían trabajando.
Una vez llegó al país un puñado de confeti enviado
por un acaudalado ciudadano de otro país. En las fiestas del pueblo,
convirtieron el confeti en alfombras y todas las calles se llenaron de colores y de formas redondas.
Apareció
en otra ocasión una pistola, ¿qué haremos con esto se preguntaban los
sabios del pueblo? Encogidos por edad junto a los niños eran los más
bajitos y los más respetados del País más pequeño del mundo.
"Para comer no nos sirve”
“Y para jugar mucho menos...”
“¿Alguien le ve sentido alguno?”
“¿Qué os parece si lo enterramos?”
Dicho
y hecho. Como eran tan pequeños los habitantes del país más pequeño del
mundo, tardaron 3 meses y diez días en enterrarla.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes escribirme a piliarandanos@gmail.com para encargarme un cuento, poema o palabra esdrújula, aunque Pessoa te diría que las últimas son altamente ridículas.