Una de las definiciones que más me gustaron de la carrera de derecho, era la de "El tesoro" en la que no sólo hablaban de objetos con un valor objetivo y tasado, si no de objetos visibles que de repente se les aparecían a los que los tenían como tesoros ocultos. Por ejemplo vírgenes en iglesias a las que no se les daba ningún valor y de repente se descubrían que eran tallas de incalculable precio por pertenecer al siglo XI.
Me fascinaba el concepto de ser visible e invisible, de pertenecer y no tener dueño, en definitiva, de ser excepcional dentro de una aparente normalidad.
Así son los esgrafiados de Barcelona, lejos de lucirse como el Parc Güell o la Sagrada Família, en la aún que no he estado, me gustan por su apariencia natural y poco pretenciosa. A la vez son una técnica artísitica maravillosa de un llamado arte menor, que no es menos arte.
Usaban arena de playa que proyectaban sobre estuco, Francesc Soler i Rovirosa fue responsable de más de uno, en realidad de oficio escenógrafo. No me extraña.
Usaban arena de playa que proyectaban sobre estuco, Francesc Soler i Rovirosa fue responsable de más de uno, en realidad de oficio escenógrafo. No me extraña.
El de la plaza George Orwell fue el primer esgrafiado que descubrí porque vivía en el edificio colindante y un día apareció ante mis ojos ¿Pero estaba antes? Evidentemente sí, pero como si se tratara de una aparición un día lo descubrí y nadie me daba ninguna explicación de dónde salía aquella maravilla.
Lo mejor de ese barrio fue mi descubrimiento de esta compleja técnica decorativa y saber que entre 1760 y 1810 Barcelona se rendía a estos fascinantes dibujos que decoraban las fachadas de algunos edificios con suerte. El dibujo de la plaza del Tripi, que es como todo el mundo llama a la Plaza George Orwell, no sólo porque seguramente los trapichearan en su día si no porque si vives cerca acabas creyendo que vives en una realidad paralela que es lo que provoca la carencia de horas de sueño debido a la insoportable contaminación acústica de la zona.
¡Ese fue el primero pero habían más! En la calle Call otro que representa la metamorfosis de Ovidio, en la plaza del Pi uno de color granatoso intenso. ¿Lo habéis visto? Qui ut Deus nos dice San Miguel, junto con tiernos querubines y nubes.
Flores primaverales en Sant Pere més Alt, en el número 4 y en el Més Baix más ángeles con cortinas en su número 46.
Tal fue mi devoción hacia estos dibujos con arena que un amigo me regaló una guía en la que salían todos, la de Josep Mª Huertas de paseos insólitos que tengo que encontrar entre cajas en casa.
Este es uno de los secretos mejores guardados de Barcelona y a la vista de todos, que como todo lo cotidiano son los mejores tesoros.
Foto perteneciente a : Melirienda

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