Mejor que esos olores que llevan a lugares.
Cualquier canción que habías olvidado y empiezas a cantar al recordar su letra.
Ese amigo con el que no matas, sino VIVES, las horas.
El mundo infinito de lo más pequeño.
La quietud eterna de todas las cosas.
Hasta los números y las letras.
Las mejores tostadas -que todo el mundo sabe- son aquellas que hacen las madres a sus niños el último día de escuela.
Mejor que ese río y sus piedras solteras. Cantan y brillan, ruedan y ruedan.
Mejor que las fotos a un botánico, a rebeldes raices que salen de la tierra.
Mercados de libros viejos, descubrir nuevas cubiertas, acariciar guardas con manos inquietas.
Ni el récord bajo el agua, mirando hacia arriba esos brillantes colores.
Ni todos los sabores -dulces o salados- mezclados en horas de tren.
Un parque temático de Doble Pletina, Cannetti con gigantes palas de playa.
Eres tú, amor.
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