sábado, 23 de agosto de 2008

Soldes de Arandolario


Te vas a Zaragoza y yo me voy a Almería. Ni los maños ni los andaluces conseguirán, alma mía, separarnos de nuevo, como el sol es sol y el altramuz una especie de judía.
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Un mundo paralelo al que va a parar todas las relaciones que fueron y no son. En ese mundo si son y sólo hay finales felices y perdices multiplicadas por la tabla del 8 que era muy fácil. Y hacen una carrera las perdices, felices. En ese mundo tú aún me peinas con los dedos y yo te escondo las galletas del armario, aquel en el que guardábamos los macarrones secos que yo pintaba de colores para hacer collares: puro Arandolario.

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Esta es la historia de una triste bolsita de té. Se hundió en agua hirviente y chin pún la pobrecita bolsita de té.
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Párate y piensa el espacio que ocupa el otro, el otro espacio. Ese que ocupa cuando se acurruca, a tu lado ese espacio, que no estas pero eres porque tú estás ahí pensando en mi. Y yo en ti y tu en mi y así toda la tarde hasta que empieza a llover y nos damos cuenta que hemos dejado todas las ventanas abiertas de la sala y los balcones se ponen a aplaudir al ver tu cuerpo desnudo y serrano venir. Qué no pare de llover, sólo pido eso y una taza de té, con una nube de leche, gracias.

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El cielo está blanco como un sorbito templado de leche y sigue lloviendo.
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Todavía no puedo corazón, cosido a mano, hará cosa de un año y pico y el pico sean dos años. Todavía no puedo y sin embargo te abrazo y te beso en la planta del pie. Porque a mi manera te quiero.
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