Érase una niña que vivía entre un sí y un no.
Sí a las mañanas.
No al despertador.
Sí a las tormentas.
No si hay ventanas abiertas.
Sí a los chiringuitos de playa.
No a los inviernos en cama.
Sí a los sueños cumplidos y también a los sinsentidos.
No al sufrimiento, de ningun tipo.
Sí al cafe con pastas de té.
No, al no y miedo al miedo.
Sí a lo que estás pensando en este mismo momento.
Y este cuento acaba hoy así.
(Cambiale el final mientras lo lees si tu quieres, aquí no se obliga ni a espinacas ni a ir en metro en la linea amarilla con o sin acordeón intermitente, a escoger.)

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