Se abre el telón, aparecen unos chicos jóvenes con mallas de colores. Se estiran, se doblan, empiezan el calentamiento. Detras de ellos, tres personas les siguen con una camara. El director con gafas hace muecas y le dice a la mujer que sostiene la alcachofa del sonido que se ve en pantalla, mueve la mano hacia arriba. Ella entiende la señal. Un chico muy delgado sostiene la cámara que pesa, parecen uno los tres. Un trespiés completamente acompasado y ausente de lo que pueda suceder fuera de ese escenario.
Cerca del escenario, otro joven con gafas de pasta sin graduar los mira, babea, sonríe. Nunca fue tan feliz y piensa "mare que feliç que soc, que veus això!"
Al otro lado los jóvenes comienzan a saltar, se preparan para el ensayo. Un ensayo que ellos creen será el más importante de sus vidas. Para el que siempre se han preparado, para el que llevan tantos años de estudios, de agujetas y de una pérdida en parte de su inocencia que quedará para siempre en esa universidad americana perdida en Ohio. En primera fila estoy yo la narradora de esta historia y testigo excepcional de una de las mejores aventuras de mi vida. Showcase narra la historia de cinco jóvenes llenos de talento y convencidos de que ellos tienen estrella. De que lo conseguiran. De que la gran manzana es en realidad su trampolín y si en la piscina no hay agua, eso no importa. Viven en y para el presente y se entregan a él en todos los sentidos. Nada existe fuera de él. Los profesores les han enseñado, de verdad, que el éxito viene de la mano de los sacrificios. Que la suerte es consecuencia de la práctica, la dedicación, la entrega. Sin las tres, lo primero es mejor dejarlo para la lotería.
Estar con el equipo que está rodando showcase me hace sentir como si estuviera con una nueva familia en la que no necesito nada más. Ellos me recuerdan cada día qué es lo importante, como cuando el director me dijo que la cámara sentía, además de ver y grabar. Aquello me produjo cierto desasosiego porque me sentí culpable de mi inseguridad, a ver si la cosa aquella con lentes y a la que siempre se refieren con una jerga extraña, una especie de suajili para entendidos iba a darse cuenta de que en realidad soy un flan de huevo.
Estar cerca de los cinco chicos, the fab five, te hace sentir capaz de todo. De escribir mejor, de ser más feliz, de emplearte más en la consecución de metas. Volver a tener confianza y creer en uno mismo. Te quitan capas y lloras facilmente como si estuvieras rodeada de cebollas todo el día.
La cámara siente, los cinco bailan y cantan ante la cámara. Nos han dedicado durante días y días sus gorgoritos. Miraditas. Y esa piel de gallina que ni Bela Lugosi cuando se creyó de verdad que era Drácula y es que los actores tienen una sensibilidad que se puede romper como un simple papel, o mejor un sobre. Un sobre con una nota final. Do de pecho de valientes. Arriba corazones: llega Showcase.
Hoy tocan Paul y Ringo en Nueva York.
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