martes, 10 de noviembre de 2009

Ya ha llegado el otoño a mi ciudad y los paisajes se transforman poco a poco. Menos verdes y más naranjas y por supuesto ese gris de tapa de olla que cubre barcelona. Frío relativo. Frío de sopa, te tomas una y te alegra la vida. Ya tengo dos plantas y mi gato las mordisquea a escondidas. Está muy mayor y nos dice adiós. Cada día por la mañana, cuando meditamos se queda dormido. Me gusta saber que vivo en un piso bastante cerca de mis amigos. Tengo una biblioteca al lado a la que voy cada día, una cafetería que llamamos Copacabana que dejas un libro y te puedes llevar otro ante la atenta mirada de una mujer repintada que de tan antipática la coges cariño. Un mercado con todas las paradas iguales -con frutas iguales, con bróquil iguales, con todo teñido de plástico- pero mercado al fin y al cabo. Por eso este fin de semana ante un tomate de Ses Illes, G y yo lo olisquábamos como si fuera nuestro primer tomate. Y ahora aquí de nuevo con tanto por hacer y esa lentitud que tengo en otoño densa, me tengo que ir a correr por las mañanas. Entonces la ciudad empieza para mi. Los repartidores, las escuelas, las paradas de autobuses, todo otra vez y mientras corro pienso que si me salen las cosas mal, mañana al otro y al otro saldran los repartidores a la misma hora, las escuelas abrirán sus puertas, las paradas de buses y todo absolutamente todo seguirá su curso. Un curso de otoño con un N alto o porqué no SB.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Puedes escribirme a piliarandanos@gmail.com para encargarme un cuento, poema o palabra esdrújula, aunque Pessoa te diría que las últimas son altamente ridículas.