viernes, 16 de julio de 2010

Y ESTOS DÍAS DE CIES




El taxista que me ha recogido de madrugada llevaba a Bob Seger de banda sonora,  The Mamas and the papas: hemos hablado de las diferentes versiones de California Dreamin. De lo loco que estaba Brian Wilson, de Phil Spector y The Ronnettes. Mucho mejor que el taxista de ayer que me dijo entre dientes Dios es muy rebuscado. No quise indagar y me puse el ipod. Recuerdo una vez un chico inglés que me dijo tartamudeando que los dentistas son crueles y tampoco quise preguntar. Hay cosas que mejor no saberlas. Quién ha dormido antes en la habitación de un hotel, cuántos países ha visitado con sus anteriores novias el chico que te gusta, recordar cuánto te costó un vestido antes de las rebajazas, las caras del receptor de los mensajes a deshoras que nunca deberías haber enviado, quién ha tocado la fruta antes que tú, cómo se mete la anchoa dentro de la aceituna o cuantos pies y cuales pisan la vid.
He salido de casa pensando en mis plantas, daba vueltas a la llave y pensaba que es una crueldad dejarlas con este calor que estamos todos como palomitas de microondas.
He llegado al aereopuerto, bastante justa pero a tiempo. Corriendo hasta la cola y de cola en cola porque me toca. Volar cada vez es más pesado. Me recuerda a las filas de los comedores de colegio, además de hacer cola con la bandeja de metal con agujeros-brubaker sabes que lo que te espera al final es ingrato y decepcionante. Algún día escribiré sobre los macarrones de los Sagrados Corazones. Receta misteriosa que podríamos añadir a la lista anterior de cosas que es mejor no llegar a saber nunca.
Me he sentado en el 7C, ventana. Con una pareja con un bebé muy tranquilo y comilón. He dormido todo el viaje, soñaba algo agradable que no recuerdo. También he sentido una punzada de vergüenza al recordar que ayer me puse en pie sola en el teatro a aplaudir cuando acabó la obra, pero es que en un monólogo sonó un móvil y la actriz casi se le va la línea que estaba diciendo y sufrí como una descosida y cuando me cosí ya estaba levantada, entregada y de pie aplaudiendo. Corte. 
Al acabar la obra se iban al Vienna pero no las pude acompañar. Ultimamente no hay manera de cenar. Tenía que hacer la bolsa y de camino a casa compré un rueda y lo metí en la nevera, pensando que quizás no sé, pero no me animé. Me metí en la cama a las 12'30 revisando todo.
He llegado  aquí y llueve a mares, chuzos de punta, bots i barrals y cats and dogs.
Mi habitación es la 107 y no veo el mar pero sí tejados y cielo y mucho verde.
Ahora disfrutando de este feliz dejeneur: café con leche y tostadas con aceite y sal, rodeada de playa moteada a gotas. El cielo blanco como un sorbito de leche. A lo lejos la isla y esa casa que conozco.
Oigo las olas, flotan las boyas danzarinas, el camarero me dice que no me preocupe que mañana hará sol, no sabe que aprecio el orden cósmico y que no me importa el mal tiempo de verdad que no. Mejor me callo a ver si me va a traer mi segundo café templado.



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